Con el grito de su raptor, creo que ya no escribiré más sobre el profeta. Prefiero dejarlo aquí, como una historia inconclusa que trasciende el horizonte. Será el mismo Espíritu que nos dictará directamente sobre cualquier otra ocurrencia del profeta. Les invito a leer estos relatos de abajo hacia arriba, es decir, desde la primera entrada hasta la última. Así se percibe mejor la trayectoria del profeta.

Seguiremos descubriendo poesía y profecía en cada "minucia" de la vida.

Prisionero

Secuestrado en la celda, el profeta escuchaba el clamor que venía del exterior, del secuestrador que le suplicaba: «¡Déjame salir!»

Vida

En su cautiverio, presintiendo que su hora estaba próxima, el profeta oraba así: «Señor Jesús, te he entregado mi vida tantas veces, que me parece un contrasentido decirte ahora: “Te doy mi vida”. Mejor te digo: “Te doy tu vida”».

“Plenificar”

El oficial que interrogaba al profeta no lograba hacerle cambiar de opinión. Le quiso vender una idea: «Si dejas de hablar, te soltaremos, te dejaremos tranquilo, y hasta te podemos ofrecer un buen plan de vida». El profeta lo ignoró, sólo se le oyó rezar: «Papá, ¿un plan para mi vida? No quiero planificarla, prefiero “plenificarla”».

Santo

El profeta fue secuestrado por orden del dictador. En la pesquisa, un oficial lo cuestionó: «Dice la gente del pueblo que eres un santo. ¿Qué opinas de eso?» Mirándole a los ojos, el profeta respondió: «¿Qué tiene eso de extraordinario? Tú también deberías ser santo, porque para eso te creó Dios. Si no llegas a santo, habrás fracasado.»

De paso

El profeta envió una carta al dictador: «Amontonar riquezas a costa del pueblo es una criminal estupidez. Estamos en tránsito en un viaje del Cielo al Cielo con una pequeña escala en la tierra. No acá parar, no acaparar.»

No es lo mismo

Un general, aunque asistía semanalmente a la misa, tenía fama de abusos cometidos. Ante una denuncia del profeta, el general manifestó: «Ustedes creen que tienen el monopolio de Dios, pero yo también estoy agarrado de Cristo y tengo al Espíritu Santo.» Le respondió el profeta: «No estoy agarrado de Cristo, porque es él quien me tiene agarrado… ¿El Espíritu Santo te tiene a ti?»

Milagros

Vieron en la avenida un enorme cartel publicitando una «Cruzada de milagros» con un famoso predicador. El profeta llevó a dos novicios al mar, a mirar el atardecer con las gaviotas. Como si fuera un maestro de ceremonias, les presentó: «¡Con ustedes, esta maravillosa cruzada de milagros!». Al final, un novicio propuso: «Vayamos mañana a contemplar otra cruzada de milagros: ¡mi hermana dará a luz!».

Puente

Un pastor de una iglesia, amigo del profeta, le cuestionó: «Si estás de acuerdo en que Jesús es el puente entre Dios y nosotros, entonces ¿qué papel juega María?». Contestó: «María está en el puente, sonriéndonos e invitándonos a pasar por él». Entonces le palmoteó en el hombro, agregando: «Podemos darle una mano a ella en el puente, invitando a la gente a pasar por él.»

Invitar a Jesús

Un fogoso predicador insistía en su conferencia por televisión: «¡Invita a Jesús a tu corazón!». El profeta reveló su pensamiento a los novicios: «Si invitas a Jesús, entonces él será el “invitado”. Un invitado no dispone de la casa como quiere. El problema de muchos “cristianos” es que sólo tienen a Jesús como “invitado”, no como “dueño”».

El anfitrión da la bienvenida

En el evento se colocó un gigantesco letrero: «Espíritu Santo, bienvenido seas a este lugar». El profeta siguió preguntando en voz baja: «Una bienvenida, ¿quién la da?, ¿la persona que convoca o los convocados?, ¿la persona que está desde siempre o los que llegan?».

Eventos

Una comunidad se especializaba en organizar «eventos de evangelización». El profeta comentó a los novicios en voz baja: «¿Eventos de evangelización? ¿Evangelizar es algo “eventual”? Pasemos de evangelizar a ser evangelizador, y de ser evangelizador a ser Evangelio».

Diferente óptica

El profeta se coló en un grupo de oración. Decía una señora: «En la medida en que uno va adentrándose en el Camino, vienen más problemas…». El profeta pidió permiso para intervenir: «¿Estás segura de eso? ¡Imagínate que te hubieran llegado esos problemas sin haberte adentrado en el Camino!».

Teófilo

Fue invitado a exponer en una clase de teología. El profeta prefirió ser breve: «No aspiro a ser teólogo, sino a ser “teófilo”. No aspiro a saber mucho de Dios, sino a saborear mucho a Dios. Cada día quiero saltar de “saber de Dios” a “conocer a Dios”, y de “conocer a Dios” a “amar al ser humano”.»

Aclaración

Después de lo narrado en el relato anterior, el ingeniero, no muy conforme con las palabras del profeta, volvió a verlo: «Dices que Dios no nos ha dado la vocación de ser “exitosos y competentes”… ¿Significa que nunca seré “exitoso y competente”?». El profeta simplemente le respondió: «Nunca he dicho que nunca serás “exitoso y competente”».

Fidelidad

Un ingeniero, que visitaba frecuentemente el monasterio, se quejó con el profeta: «No soy deshonrado en mi profesión ni soy infiel a mi esposa. Sin embargo, casi no encuentro trabajos, las entradas económicas no nos alcanzan, tenemos muchos problemas. No soy de los considerados “profesionales exitosos”. Por otra parte, veo que mis compañeros de trabajo son infieles, mentirosos, deshonestos, y son tan competentes para conseguir buenos trabajos… ¿Por qué?». El profeta guardó silencio por unos instantes. Luego se le ocurrió decir: «Dios no nos ha dado la vocación de ser “exitosos y competentes”, sino la de ser coherentes… He conocido al hombre más bueno que ha existido sobre la tierra… Mira lo que le pasó…». Sacó un crucifijo de una gaveta y lo colocó sobre el escritorio.

Conversión

Los novicios regresaron cansados al monasterio después de una misión popular por la ciudad. Uno opinó: «Muchas personas nos trataron de manera seca y fría.» Sacando una jarra y una caja de fósforos, sugirió el profeta: «Entonces tenemos que convertirnos al mismo tiempo en agua y fuego.»

Aquí y ahora

«Quiero encontrar cuál es mi lugar en este mundo.» Era la preocupación que un joven le presentaba al profeta. Le respondió: «Tu lugar en el mundo es éste.» El profeta señaló al sitio en donde estaba el joven.

Ir más allá

A la hora de recreación, un novicio, pretendiendo filosofar, se encaró con un compañero: «¿Cómo es que del coco salió agua?». El profeta envió uno a decirle: «Una pregunta más atinada sería: ¿Cómo entró el agua al coco?».

De alimentos y fantasías

Estupefactos, leían la noticia sobre esa famosa pareja que dilapidó dos millones de dólares en su boda. El profeta sólo atinó a decir: «Hay muchos ricos que “alimentan sus fantasías”, sin saber que en realidad “fantasean sus alimentos”… como los pobres.»

Humanidad animal o bestialidad humana

Un novicio llevó un perro irascible a la esquina. Rescató al animal de las manos de su antiguo dueño que lo zurraba inhumanamente. Los novicios, con mimos y caricias, intentaban calmar al perro herido, a la vez que lamentaban las evidentes huellas del maltrato que había recibido. Aprovechó el profeta para sentenciar: «Bienaventurado el animal que hace que el hombre sea más humano. Malaventurado el hombre que hace que el animal sea más bestia.»

Sin entender

Al término de un retiro espiritual de jóvenes en un fin de semana, una chica, impresionada, dijo al profeta: «¡Ahora sí entiendo todo el amor que Dios tiene para mí!» El profeta la felicitó: «¡Congratulaciones! ¡Nunca he entendido el amor de Dios! He terminado aceptándolo sin entender… Por cierto, no es que Dios tiene amor, más bien: ¡Dios es amor!» La muchacha quedaba más boquiabierta aún.

Amor

Con motivo de la Semana Santa, invitaron al profeta a la catedral, para dar una conferencia sobre el amor de Dios. Cuando llegó, lanzó una invitación: «Contemplen este crucifijo por treinta minutos.» Se sentó, y todos quedaron contemplando en silencio. Media hora después, el profeta se levantó y se despidió, dando por terminada su conferencia.

Zancudo

Ya acercándose al momento de la comunión en una Eucaristía, el menor de los novicios se fijó en un mosquito que zumbaba cerca del altar. En un descuido incontrolado, manifestó con extrema inocencia: «¡Cómo quisiera ser como ese mosquito para picar siempre a Cristo y chuparme su sangre!» Los demás quedaron escandalizados. El profeta aprovechó para exclamar: «La sangre representa la vida. ¡Cuánto quisiera ser un zancudo y lanzarme dentro del cáliz como en una piscina y ahogarme en la Sangre de Cristo!»

“Defectos” de Dios

Amanecieron en vigilia de oración en la capilla frente al Santísimo. Al alba, uno de los novicios declaró lo afortunado que se sentía por haber pasado la noche velando por el Señor. Por su parte, el profeta dilucidó: «Pues me siento afortunado porque el Señor “sufre” de “insomnio”: ¡siempre vela por mí!» Ante esa agudeza, otro novicio preguntó: «¿El “insomnio” es el “defecto” de Dios?» A lo que el profeta respondió con gracia: «Y tiene otro: “sufre” de “amnesia”, se olvida de nuestros pecados perdonados.»

Homilía minifalda

Un grupo de presbíteros invitó al profeta a una catequesis sobre homilética. Su breve enseñanza fue catalogada, por algunos, de poco “espiritual”: «Una buena predicación es como una buena minifalda: Llama la atención por ser impactante, es provocativa, es corta, enseña mucho, cubre lo esencial, deja lugar para la imaginación y hace que uno desee más.» Cabe decir que otros lo felicitaron.

Papá pródigo

Un miembro de una pandilla callejera, luego de escuchar la parábola del hijo pródigo, comentó: «Me identifico con esa historia; pero en mi caso, quien se fue primero de casa no fue el hijo, sino el papá.» El profeta lo miró con afecto y le invitó: «Quiero presentarte a este otro Papá tuyo, que nunca será demandado por paternidad irresponsable.»

Seguridades

De visita en la ciudad, exhortaba a soltar las falsas seguridades, para depender de Dios. Uno de los presentes, preocupado, lo interrumpió: «Es que esas seguridades dan estabilidad a mi vida.» El profeta continuó: «Dios es un desestabilizador que incomoda y desacomoda.» Señaló un halcón que pasó volando y siguió diciendo: «Cuando el ave se lanza y sus patas no estén aferradas a la seguridad del suelo… sólo entonces podrá alzar el vuelo.»

Temporal

Esta vez, el compartir de los novicios en la esquina era acerca del pasaje evangélico sobre la tormenta desatada mientras iban Jesús y los apóstoles en una barca. El evangelista anotaba que Jesús dormía en medio de la tempestad y los apóstoles lo despertaron. Todos los novicios estaban de acuerdo en que hubieran hecho lo mismo: despertar a Jesús para calmar el temporal. Al final de la meditación, el profeta observó: «Recuerden que todo temporal es temporal: lo que está pasando está pasando. Mi tormenta interior sólo cesará cuando yo sea capaz de dejar que Jesús siga durmiendo en paz.» Sonrió cuando oyó la ocurrencia del más chico de los novicios: «Cuando se presente la próxima ocasión, tomaré una siesta con Jesús.»

Hijos de un Dios “menor”

Después de una pequeña discusión en la comunidad sobre “puestos de importancia”, el profeta fue a ponerse una camiseta que tenía estampada la caricatura de un niño que decía: «Cuando yo sea mayor, quiero ser menor.»

Sígueme

El grupo de nuevos novicios se reunió en la esquina para reflexionar juntos el Evangelio. Compartían sobre el llamado de Jesús a sus primeros discípulos en el mar de Galilea. El pasaje relataba que Jesús les dijo “sígueme”, y ellos, dejándolo todo, lo siguieron. Cada novicio ponderaba todo lo que tuvo que dejar para seguir a Cristo. Entonces el profeta intervino: «A mí me pasó al revés. Confiando en el amor gratuito de Dios, le dije a Jesús: “sígueme”. Y él, dejándolo todo, me siguió.»

¿Fotocopia de Cristo?

Uno de los novicios, después de leer un libro de espiritualidad, lo abordó en la esquina para pedirle un consejo: «Siempre me han enseñado que debo imitar a Cristo. ¿Cómo puedo imitarlo mejor?» El profeta, poniendo cara de perplejo, le respondió: «¿Imitar? ¿Tienes que imitar a alguien? Mejor, sé auténtico. Mientras más eres tú mismo, más te parecerás a Cristo.»

Inversión

Durante una amena conversación con el profeta, un adolescente le dijo: «Entonces… si Jesús hubiera nacido en el siglo XX quizás hubiera sido condenado a la silla eléctrica… ¡Y las iglesias, en vez de cruces, tendrían signos de sillas eléctricas!» El profeta le agregó: «Y en lugar del crucifijo que llevas al cuello, colgarías una réplica de silla eléctrica… Pero lo importante no es eso, sino que Dios ha invertido mucho en ti, que vivas de tal manera que tanta inversión haya valido la pena. ¡Eres su gran invención y su gran inversión!»

Inquietud

El profeta asistió con los novicios a un retiro en una parroquia. Una señora daba su testimonio: «Desde que conocí al Señor, la tranquilidad ha vuelto a mi vida. Él me ha dado toda la paz del mundo.» El profeta, con aire travieso, musitó a los novicios: «Mi caso fue al revés: mi vida estaba muy tranquila hasta que empecé a conocer a Cristo. Él me dejó intranquilo.»

Avanzar

Un laico, comprometido desde hace muchos años, le mostró su preocupación: «Después de tanto adentrarme en el Camino, siento que mis dudas siguen asomándose y a veces con mayor intensidad.» «No te preocupes», le calmaba el profeta, «es que a medida que avanzas mar adentro, la barca te parecerá más inestable.»

Mar adentro

En la playa paseaban los novicios y el profeta. Uno, refiriéndose a una expresión de Cristo, preguntó: «¿Cómo puedo “ir a mar adentro”?» El profeta señaló un tugurio de casuchas y callejuelas, mientras musitaba: «Ir… amar… adentro.»

Pastor

Otra enseñanza del profeta en la esquina: «Para un mal pastor, cien ovejas menos una es igual a noventa y nueve ovejas. Para el buen pastor, cien ovejas menos una es igual a “me falta una”.»

Contra-confesión

En el acto penitencial, al profeta le gustaba rezar: «Yo confieso ante Dios, todoamoroso, y ante ustedes, hermanos, que Cristo ha amado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por su culpa, por su culpa, por su gran culpa, he conocido el amor. Por eso ruego a santa María siempre virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos, que intercedan por mí ante Dios, todoamante, para amar como Cristo, todoamable.»

Pastel

Celebraban el cumpleaños de un novicio. Todos se reunieron en la esquina para partir el pastel. Uno de ellos oró con sentido del humor: «Señor, te bendecimos y te alabamos, pero por favor: que no vengan más que los que estamos.» Riéndose, el profeta aclaró: «El amor de Dios no es como un pastel que disminuye mientras más se reparte. Al contrario: a cada uno, Dios le regala un pastel completo de su amor.»

Salvar

Una dama “de sociedad” que quería cambiar de vida, fue de noche a visitar al profeta. Éste le explicó con firmeza lo comprometedor de dejar la vida vieja: «En tu computadora quieres salvar un nuevo archivo con tu nombre, pero resulta que ya había un archivo anterior con tu nombre… El antiguo archivo quedará borrado y desplazado por el nuevo, si pulsas el botón “sí”.»

En coma

Un terrateniente que dirigía el grupo de oración de su parroquia y que, sin embargo, pagaba muy mal a sus labriegos, decidió visitar el monasterio. «Mi familia siempre ha sido muy católica. Somos decentes y respetuosos de la religión. Nunca he dudado de que Cristo vive.» El profeta le replicó: «Tu Cristo vive, pero está en coma.»

Papá

De visita en el orfanato, el profeta cargó a uno de los niños y le susurró: «Si Papá Dios llevara billetera, seguramente guardaría allí una foto tuya. Si él pegara calcomanías en su carro, tendría una con tu nombre escrito. Si él usara agenda, todos los días estarían marcados para ti.»

Espejo

A un hombre que fue nombrado funcionario del gobierno, el profeta le encaró: «Si miras un cristal, por su transparencia verás lo que hay detrás; pero si pintas el cristal con una capa de plata, te verás a ti mismo.»

Liberación

Fue invitado al seminario. Allí, un profesor preguntó al profeta: «¿Qué opinas de la Teología de la Liberación?» Con un guiño, respondió con su característica sonrisa: «Me gustaría hablar sobre la liberación de las teologías.»

Al revés

A unos servidores de la Renovación Carismática, preocupados por la cantidad de miembros en su movimiento, el profeta les retó: «No se pregunten si están en la Renovación o no, más bien pregúntense si la renovación está en ustedes.»

Fe

Una joven pensaba que su fe en Dios era muy débil, por eso “no veía respuestas a sus oraciones”. El profeta le hizo ver otro punto de vista: «No apoyes tu fe en tu fe. Es más: lo más importante no es que creas en Dios, sino que Dios cree en ti.»

Vitral

En la catequesis, el profeta se divertía con los niños en un juego sobre los santos. Señalando los vitrales de los apóstoles que había en la capilla, instruía: «Un santo es alguien muy hermoso, de mucho colorido y que deja pasar la luz.»

Contar

El profeta, de visita en la escuela de niños del arrabal, veía que la profesora, echada en el suelo, enseñaba a los pequeños a contar con piedras. Los niños aprendían entusiasmados. Uno de ellos, viendo las manos vacías del profeta, le pasó unas piedras. «¿Usted también quiere contar con piedras?», bromeó la profesora. El profeta, con aire de inocente, le contestó: «Yo cuento con Dios… y él cuenta con nosotros.»

Su “único” Evangelio

Se cuenta de un grupo de campesinos analfabetos que cada domingo invitaba al profeta a su aldea a saborear un café. Así tenían la oportunidad de “leer” el Evangelio: contemplando la vida del profeta.

Positivo

Una mujer muy rica fue a lamentarse con el profeta. Estaba convencida de que había nacido para sufrir cargando cruces familiares. El profeta le presentó un crucifijo tejido por unas mujeres de la cárcel: «Observe que la cruz no es signo de menos, sino de más. No es su marido, ¡ni siquiera su suegra! Tomar la cruz significa estar dispuestos a dar la vida cada día para recibir más vida.»

Gastarse

Un novicio, cuando la borra de su lápiz se había gastado, exclamó espontáneamente: «Quisiera ser como una borra, gastándose mientras va corrigiendo errores.» El profeta opinó: «Pues yo deseo ser como un jabón, gastándose mientras va limpiando.»

Donantes de sangre

Luego de ir al hospital a donar sangre para un joven, el profeta regresó con dos novicios. Convocó a la comunidad en la esquina para inquirir: «¿Quiénes de ustedes quieren convertirse en “donantes de la sangre de Cristo”?»

Mano

El profeta encontró en la esquina a un novicio mirando al cielo. «¿Se te perdió algo?», cuestionó con humor. «Trato de descubrir la mano de Dios que me guíe», contestó el joven. El profeta señaló a los pies: «La mano de Dios no está arriba, sino debajo de ti… ¡sosteniéndote!»

Amanecer

Otro novicio estaba muy confundido, sin saber qué decisión tomar. El profeta le aclaró: «Si estás en una montaña alta, solo y perdido, y es de noche, las linternas no prenden ni el fuego tampoco… ¿qué harías?» «Me quedo en el mismo sitio y espero a que amanezca», respondió el ansioso. «¡Eso!», le palmoteó el profeta.

En construcción

Uno de los novicios, ofendido, pensaba marcharse de la comunidad. El profeta puso un letrero en la entrada del monasterio, semejante a los que se colocan cuando un tramo de carretera está en reparación. Decía en grandes letras: «Comunidad en construcción. Disculpe las molestias.»

Por ella

Aquella prostituta, cansada de que los misioneros sólo la querían por Cristo —como un mero objeto de caridad—, se sentía muy sola. El profeta la llevó a la capilla para orar juntos. Él rezaba en silencio: «Papá, enséñame a amarla no por Cristo, sino por ella misma.»

Una tilde

En una esquina, a la entrada del monasterio, uno de los novicios pintó un cartel con dos letras: Si. El profeta tomó una brocha y le agregó una tilde a la palabra: Sí. Luego explicó a la comunidad: «La diferencia entre el amor del mundo y el amor de Dios es un acento: Si y Sí. El amor del mundo es condicional: “Si me favoreces, te quiero”. El amor divino es incondicional: “¡Sí, siempre te amaré!”»

Oportunidad

Un criminal llegó al monasterio, tratando de resarcir su pasado, incapaz de ver un futuro para su vida. «Los santos también tuvieron su pasado, y los pecadores también tienen su futuro», le declaró el profeta con cariño.

Dejar

Después de un partido de fútbol, un novicio se sentó exhausto: «Uf, el juego me dejó cansado». «Uf, Dios nunca te deja», suspiró el profeta.

Renacer

Un novicio abría su confianza en la esquina. Relataba lo tristes que fueron su nacimiento y su infancia. Con ternura, sugirió el profeta: «Si no te gustó tu nacimiento, puedes intentar nacer de nuevo.»

La lluvia llueve

En un día lluvioso, se guarecían en el quiosco, cerca de la esquina. Un novicio exclamó con asombro: «¿Por qué Dios ama?» Cuatro preguntas sirvieron de respuesta al profeta: «¿Por qué la lluvia llueve? ¿Por qué el agua moja? ¿Por qué el fuego quema? ¿Por qué la luz alumbra?» Los novicios se rieron de la ocurrencia.

Misericordia

Atormentado por sus pecados, un novicio lloraba en el confesionario, sin atreverse a levantar su rostro. El profeta le pasó un pañuelo, asegurándole: «Primero te cansarás de pecar, antes de que Dios se canse de amarte.»

No temas

Se sentaron en la esquina. Un novicio preguntó: «¿Qué temas trataremos hoy?» A lo que el profeta respondió con humor: «¿Temas? ¡No temas!, dice Dios.»

Los más buscados

En la sala de ocio, miraban un programa de televisión: “Los más buscados de América”. El profeta comentó: «Si un alma se “pierde”, inmediatamente aparece en la lista de “los más buscados del Cielo”. Dios moverá todas sus influencias hasta “encontrarla”.»

Una cruz

Al final de la ceremonia de los votos de pobreza de un novicio, el profeta le mostró su descubrimiento en la esquina: «La diferencia entre “amar uno al oro” y “amar uno al o†ro” es una †.»

El mismo piso

Un novicio, cada vez que pasaba por un piso cubierto de losetas cuadradas, no podía evitar ver la cruz dibujada en ellas: cuatro cuadrados formaban el palo vertical, y tres cuadrados, el palo horizontal. Lleno de escrúpulos, tenía miedo de apoyar sus pies en el suelo de losetas pues decía: «No quiero ofender a Dios pisando la cruz y ensuciándola con mis pies.» Del ataque de obsesión empezó a liberarse cuando escuchó el argumento del profeta: «Nuestra fe se apoya sobre la cruz de Cristo.»

Contemplación

El novicio, después de los ejercicios espirituales: «¿Por qué la Belleza es tan hermosa?»
El profeta: «Porque ama.»

Bendición

El novicio: «Deseo alcanzar la bendición.»
El profeta: «Obediencia.»
El novicio: «¿…?»
El profeta: «Las letras de bendición están contenidas en obediencia.»

¿Ateo?

Ante la confesión del sacerdote, «ya no creo en Dios», el profeta replicó: «Será que ya no crees en la imagen de Dios que has conocido. Creo en Dios pero nunca he creído en el dios en quien ya no crees.»

Uno más

El profeta seguía narrando:
«Disfrazado de paisano, Dios bajó a la feria como uno más. Tomó un cartón de bingo para jugar. Sabía perfectamente cuál cartón iba a ganar, pero prefirió escoger otro. Así, cuando otro paisano gritaba “¡bingo!”, el disfrazado sonreía.»

Arrebato de fulgor

Contaba el profeta en la esquina:
«Enloquecido, Dios danzaba y tiraba confeti a diestra y siniestra, convirtiéndolos en coloridas estrellas. ¿Había perdido su omnipotencia? ¡No podía dejar de amar!»

Inconciencia

Al profeta le gustaba dramatizar el siguiente “diálogo de ostras en lo profundo del mar”:
«¿Es cierto que estamos mojadas?»
«¿Mojadas? ¿Qué es eso?»

Vivir

Desde el primer día, el profeta se dio cuenta de que algunos novicios estaban anclados en sus heridas del pasado; otros tenían miedo del futuro. En la esquina les dijo: «No puedo pasadarme ni futurarme, sólo puedo presentarme.» Entonces les contaba sobre un niño que, cuando su profesora le preguntó qué quería ser de mayor, contestó: «Ser vivo.»

Pasado

A los novicios reunidos en la esquina, el profeta les recitaba:
«Un hombre se dio cuenta de que sus huellas lo seguían.
Decidió probar lo inverso: seguir sus propias huellas.
Dio la vuelta y caminó a la par de sus pisadas
en sentido contrario, con la cautela
de no pisar sus huellas para
no borrarlas. No se daba
cuenta de que se
encerraba,
dando
vueltas
en
espiral».

La esquina del profeta

La esquina del profeta
Creo en el Espíritu Santo... que habló por los profetas