Al final de la ceremonia de los votos de pobreza de un novicio, el profeta le mostró su descubrimiento en la esquina: «La diferencia entre “amar uno al oro” y “amar uno al o†ro” es una †.»
El profeta acudía siempre a sentarse en aquella esquina del monasterio. Frente a la curiosidad de los novicios que le inquirían, les explicaba: «La esquina me recuerda la intersección de dos caminos: uno vertical (hacia Dios) y otro horizontal (hacia los demás). En cada cruce vemos una cruz, que constantemente nos invita a cruzarnos y encontrarnos». Luego citaba el Evangelio: «Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda».