¿Fotocopia de Cristo?

Uno de los novicios, después de leer un libro de espiritualidad, lo abordó en la esquina para pedirle un consejo: «Siempre me han enseñado que debo imitar a Cristo. ¿Cómo puedo imitarlo mejor?» El profeta, poniendo cara de perplejo, le respondió: «¿Imitar? ¿Tienes que imitar a alguien? Mejor, sé auténtico. Mientras más eres tú mismo, más te parecerás a Cristo.»

Inversión

Durante una amena conversación con el profeta, un adolescente le dijo: «Entonces… si Jesús hubiera nacido en el siglo XX quizás hubiera sido condenado a la silla eléctrica… ¡Y las iglesias, en vez de cruces, tendrían signos de sillas eléctricas!» El profeta le agregó: «Y en lugar del crucifijo que llevas al cuello, colgarías una réplica de silla eléctrica… Pero lo importante no es eso, sino que Dios ha invertido mucho en ti, que vivas de tal manera que tanta inversión haya valido la pena. ¡Eres su gran invención y su gran inversión!»

Inquietud

El profeta asistió con los novicios a un retiro en una parroquia. Una señora daba su testimonio: «Desde que conocí al Señor, la tranquilidad ha vuelto a mi vida. Él me ha dado toda la paz del mundo.» El profeta, con aire travieso, musitó a los novicios: «Mi caso fue al revés: mi vida estaba muy tranquila hasta que empecé a conocer a Cristo. Él me dejó intranquilo.»

Avanzar

Un laico, comprometido desde hace muchos años, le mostró su preocupación: «Después de tanto adentrarme en el Camino, siento que mis dudas siguen asomándose y a veces con mayor intensidad.» «No te preocupes», le calmaba el profeta, «es que a medida que avanzas mar adentro, la barca te parecerá más inestable.»

Mar adentro

En la playa paseaban los novicios y el profeta. Uno, refiriéndose a una expresión de Cristo, preguntó: «¿Cómo puedo “ir a mar adentro”?» El profeta señaló un tugurio de casuchas y callejuelas, mientras musitaba: «Ir… amar… adentro.»

Pastor

Otra enseñanza del profeta en la esquina: «Para un mal pastor, cien ovejas menos una es igual a noventa y nueve ovejas. Para el buen pastor, cien ovejas menos una es igual a “me falta una”.»

Contra-confesión

En el acto penitencial, al profeta le gustaba rezar: «Yo confieso ante Dios, todoamoroso, y ante ustedes, hermanos, que Cristo ha amado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por su culpa, por su culpa, por su gran culpa, he conocido el amor. Por eso ruego a santa María siempre virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos, que intercedan por mí ante Dios, todoamante, para amar como Cristo, todoamable.»

Pastel

Celebraban el cumpleaños de un novicio. Todos se reunieron en la esquina para partir el pastel. Uno de ellos oró con sentido del humor: «Señor, te bendecimos y te alabamos, pero por favor: que no vengan más que los que estamos.» Riéndose, el profeta aclaró: «El amor de Dios no es como un pastel que disminuye mientras más se reparte. Al contrario: a cada uno, Dios le regala un pastel completo de su amor.»

Salvar

Una dama “de sociedad” que quería cambiar de vida, fue de noche a visitar al profeta. Éste le explicó con firmeza lo comprometedor de dejar la vida vieja: «En tu computadora quieres salvar un nuevo archivo con tu nombre, pero resulta que ya había un archivo anterior con tu nombre… El antiguo archivo quedará borrado y desplazado por el nuevo, si pulsas el botón “sí”.»

En coma

Un terrateniente que dirigía el grupo de oración de su parroquia y que, sin embargo, pagaba muy mal a sus labriegos, decidió visitar el monasterio. «Mi familia siempre ha sido muy católica. Somos decentes y respetuosos de la religión. Nunca he dudado de que Cristo vive.» El profeta le replicó: «Tu Cristo vive, pero está en coma.»

Papá

De visita en el orfanato, el profeta cargó a uno de los niños y le susurró: «Si Papá Dios llevara billetera, seguramente guardaría allí una foto tuya. Si él pegara calcomanías en su carro, tendría una con tu nombre escrito. Si él usara agenda, todos los días estarían marcados para ti.»

Espejo

A un hombre que fue nombrado funcionario del gobierno, el profeta le encaró: «Si miras un cristal, por su transparencia verás lo que hay detrás; pero si pintas el cristal con una capa de plata, te verás a ti mismo.»

Liberación

Fue invitado al seminario. Allí, un profesor preguntó al profeta: «¿Qué opinas de la Teología de la Liberación?» Con un guiño, respondió con su característica sonrisa: «Me gustaría hablar sobre la liberación de las teologías.»

Al revés

A unos servidores de la Renovación Carismática, preocupados por la cantidad de miembros en su movimiento, el profeta les retó: «No se pregunten si están en la Renovación o no, más bien pregúntense si la renovación está en ustedes.»

Fe

Una joven pensaba que su fe en Dios era muy débil, por eso “no veía respuestas a sus oraciones”. El profeta le hizo ver otro punto de vista: «No apoyes tu fe en tu fe. Es más: lo más importante no es que creas en Dios, sino que Dios cree en ti.»

Vitral

En la catequesis, el profeta se divertía con los niños en un juego sobre los santos. Señalando los vitrales de los apóstoles que había en la capilla, instruía: «Un santo es alguien muy hermoso, de mucho colorido y que deja pasar la luz.»

Contar

El profeta, de visita en la escuela de niños del arrabal, veía que la profesora, echada en el suelo, enseñaba a los pequeños a contar con piedras. Los niños aprendían entusiasmados. Uno de ellos, viendo las manos vacías del profeta, le pasó unas piedras. «¿Usted también quiere contar con piedras?», bromeó la profesora. El profeta, con aire de inocente, le contestó: «Yo cuento con Dios… y él cuenta con nosotros.»

Su “único” Evangelio

Se cuenta de un grupo de campesinos analfabetos que cada domingo invitaba al profeta a su aldea a saborear un café. Así tenían la oportunidad de “leer” el Evangelio: contemplando la vida del profeta.

Positivo

Una mujer muy rica fue a lamentarse con el profeta. Estaba convencida de que había nacido para sufrir cargando cruces familiares. El profeta le presentó un crucifijo tejido por unas mujeres de la cárcel: «Observe que la cruz no es signo de menos, sino de más. No es su marido, ¡ni siquiera su suegra! Tomar la cruz significa estar dispuestos a dar la vida cada día para recibir más vida.»

Gastarse

Un novicio, cuando la borra de su lápiz se había gastado, exclamó espontáneamente: «Quisiera ser como una borra, gastándose mientras va corrigiendo errores.» El profeta opinó: «Pues yo deseo ser como un jabón, gastándose mientras va limpiando.»

Donantes de sangre

Luego de ir al hospital a donar sangre para un joven, el profeta regresó con dos novicios. Convocó a la comunidad en la esquina para inquirir: «¿Quiénes de ustedes quieren convertirse en “donantes de la sangre de Cristo”?»

Mano

El profeta encontró en la esquina a un novicio mirando al cielo. «¿Se te perdió algo?», cuestionó con humor. «Trato de descubrir la mano de Dios que me guíe», contestó el joven. El profeta señaló a los pies: «La mano de Dios no está arriba, sino debajo de ti… ¡sosteniéndote!»

Amanecer

Otro novicio estaba muy confundido, sin saber qué decisión tomar. El profeta le aclaró: «Si estás en una montaña alta, solo y perdido, y es de noche, las linternas no prenden ni el fuego tampoco… ¿qué harías?» «Me quedo en el mismo sitio y espero a que amanezca», respondió el ansioso. «¡Eso!», le palmoteó el profeta.

En construcción

Uno de los novicios, ofendido, pensaba marcharse de la comunidad. El profeta puso un letrero en la entrada del monasterio, semejante a los que se colocan cuando un tramo de carretera está en reparación. Decía en grandes letras: «Comunidad en construcción. Disculpe las molestias.»

Por ella

Aquella prostituta, cansada de que los misioneros sólo la querían por Cristo —como un mero objeto de caridad—, se sentía muy sola. El profeta la llevó a la capilla para orar juntos. Él rezaba en silencio: «Papá, enséñame a amarla no por Cristo, sino por ella misma.»

Una tilde

En una esquina, a la entrada del monasterio, uno de los novicios pintó un cartel con dos letras: Si. El profeta tomó una brocha y le agregó una tilde a la palabra: Sí. Luego explicó a la comunidad: «La diferencia entre el amor del mundo y el amor de Dios es un acento: Si y Sí. El amor del mundo es condicional: “Si me favoreces, te quiero”. El amor divino es incondicional: “¡Sí, siempre te amaré!”»

Oportunidad

Un criminal llegó al monasterio, tratando de resarcir su pasado, incapaz de ver un futuro para su vida. «Los santos también tuvieron su pasado, y los pecadores también tienen su futuro», le declaró el profeta con cariño.

Dejar

Después de un partido de fútbol, un novicio se sentó exhausto: «Uf, el juego me dejó cansado». «Uf, Dios nunca te deja», suspiró el profeta.

Renacer

Un novicio abría su confianza en la esquina. Relataba lo tristes que fueron su nacimiento y su infancia. Con ternura, sugirió el profeta: «Si no te gustó tu nacimiento, puedes intentar nacer de nuevo.»

La lluvia llueve

En un día lluvioso, se guarecían en el quiosco, cerca de la esquina. Un novicio exclamó con asombro: «¿Por qué Dios ama?» Cuatro preguntas sirvieron de respuesta al profeta: «¿Por qué la lluvia llueve? ¿Por qué el agua moja? ¿Por qué el fuego quema? ¿Por qué la luz alumbra?» Los novicios se rieron de la ocurrencia.

Misericordia

Atormentado por sus pecados, un novicio lloraba en el confesionario, sin atreverse a levantar su rostro. El profeta le pasó un pañuelo, asegurándole: «Primero te cansarás de pecar, antes de que Dios se canse de amarte.»

No temas

Se sentaron en la esquina. Un novicio preguntó: «¿Qué temas trataremos hoy?» A lo que el profeta respondió con humor: «¿Temas? ¡No temas!, dice Dios.»

Los más buscados

En la sala de ocio, miraban un programa de televisión: “Los más buscados de América”. El profeta comentó: «Si un alma se “pierde”, inmediatamente aparece en la lista de “los más buscados del Cielo”. Dios moverá todas sus influencias hasta “encontrarla”.»

Una cruz

Al final de la ceremonia de los votos de pobreza de un novicio, el profeta le mostró su descubrimiento en la esquina: «La diferencia entre “amar uno al oro” y “amar uno al o†ro” es una †.»

El mismo piso

Un novicio, cada vez que pasaba por un piso cubierto de losetas cuadradas, no podía evitar ver la cruz dibujada en ellas: cuatro cuadrados formaban el palo vertical, y tres cuadrados, el palo horizontal. Lleno de escrúpulos, tenía miedo de apoyar sus pies en el suelo de losetas pues decía: «No quiero ofender a Dios pisando la cruz y ensuciándola con mis pies.» Del ataque de obsesión empezó a liberarse cuando escuchó el argumento del profeta: «Nuestra fe se apoya sobre la cruz de Cristo.»

Contemplación

El novicio, después de los ejercicios espirituales: «¿Por qué la Belleza es tan hermosa?»
El profeta: «Porque ama.»

Bendición

El novicio: «Deseo alcanzar la bendición.»
El profeta: «Obediencia.»
El novicio: «¿…?»
El profeta: «Las letras de bendición están contenidas en obediencia.»

¿Ateo?

Ante la confesión del sacerdote, «ya no creo en Dios», el profeta replicó: «Será que ya no crees en la imagen de Dios que has conocido. Creo en Dios pero nunca he creído en el dios en quien ya no crees.»

Uno más

El profeta seguía narrando:
«Disfrazado de paisano, Dios bajó a la feria como uno más. Tomó un cartón de bingo para jugar. Sabía perfectamente cuál cartón iba a ganar, pero prefirió escoger otro. Así, cuando otro paisano gritaba “¡bingo!”, el disfrazado sonreía.»

Arrebato de fulgor

Contaba el profeta en la esquina:
«Enloquecido, Dios danzaba y tiraba confeti a diestra y siniestra, convirtiéndolos en coloridas estrellas. ¿Había perdido su omnipotencia? ¡No podía dejar de amar!»

Inconciencia

Al profeta le gustaba dramatizar el siguiente “diálogo de ostras en lo profundo del mar”:
«¿Es cierto que estamos mojadas?»
«¿Mojadas? ¿Qué es eso?»

Vivir

Desde el primer día, el profeta se dio cuenta de que algunos novicios estaban anclados en sus heridas del pasado; otros tenían miedo del futuro. En la esquina les dijo: «No puedo pasadarme ni futurarme, sólo puedo presentarme.» Entonces les contaba sobre un niño que, cuando su profesora le preguntó qué quería ser de mayor, contestó: «Ser vivo.»

Pasado

A los novicios reunidos en la esquina, el profeta les recitaba:
«Un hombre se dio cuenta de que sus huellas lo seguían.
Decidió probar lo inverso: seguir sus propias huellas.
Dio la vuelta y caminó a la par de sus pisadas
en sentido contrario, con la cautela
de no pisar sus huellas para
no borrarlas. No se daba
cuenta de que se
encerraba,
dando
vueltas
en
espiral».

La esquina del profeta

La esquina del profeta
Creo en el Espíritu Santo... que habló por los profetas