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El profeta, de visita en la escuela de niños del arrabal, veía que la profesora, echada en el suelo, enseñaba a los pequeños a contar con piedras. Los niños aprendían entusiasmados. Uno de ellos, viendo las manos vacías del profeta, le pasó unas piedras. «¿Usted también quiere contar con piedras?», bromeó la profesora. El profeta, con aire de inocente, le contestó: «Yo cuento con Dios… y él cuenta con nosotros.»