Fidelidad

Un ingeniero, que visitaba frecuentemente el monasterio, se quejó con el profeta: «No soy deshonrado en mi profesión ni soy infiel a mi esposa. Sin embargo, casi no encuentro trabajos, las entradas económicas no nos alcanzan, tenemos muchos problemas. No soy de los considerados “profesionales exitosos”. Por otra parte, veo que mis compañeros de trabajo son infieles, mentirosos, deshonestos, y son tan competentes para conseguir buenos trabajos… ¿Por qué?». El profeta guardó silencio por unos instantes. Luego se le ocurrió decir: «Dios no nos ha dado la vocación de ser “exitosos y competentes”, sino la de ser coherentes… He conocido al hombre más bueno que ha existido sobre la tierra… Mira lo que le pasó…». Sacó un crucifijo de una gaveta y lo colocó sobre el escritorio.

Conversión

Los novicios regresaron cansados al monasterio después de una misión popular por la ciudad. Uno opinó: «Muchas personas nos trataron de manera seca y fría.» Sacando una jarra y una caja de fósforos, sugirió el profeta: «Entonces tenemos que convertirnos al mismo tiempo en agua y fuego.»

Aquí y ahora

«Quiero encontrar cuál es mi lugar en este mundo.» Era la preocupación que un joven le presentaba al profeta. Le respondió: «Tu lugar en el mundo es éste.» El profeta señaló al sitio en donde estaba el joven.

Ir más allá

A la hora de recreación, un novicio, pretendiendo filosofar, se encaró con un compañero: «¿Cómo es que del coco salió agua?». El profeta envió uno a decirle: «Una pregunta más atinada sería: ¿Cómo entró el agua al coco?».

De alimentos y fantasías

Estupefactos, leían la noticia sobre esa famosa pareja que dilapidó dos millones de dólares en su boda. El profeta sólo atinó a decir: «Hay muchos ricos que “alimentan sus fantasías”, sin saber que en realidad “fantasean sus alimentos”… como los pobres.»

La esquina del profeta

La esquina del profeta
Creo en el Espíritu Santo... que habló por los profetas